El precio de romper la rueda II - La letra corta

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5 de febrero de 2018

El precio de romper la rueda II



Yassel A. Padrón Kunakbaeva
Tomado del blog La luz nocturna

Cuando un movimiento contrahegemónico llega al poder, derrocando a la vieja clase dominante, se enfrenta a la realidad de que debe alimentar, vestir y dar cobijo a toda una población. De ese modo, un grupo de revolucionarios que hasta ese momento quizás solo se habían tenido que ocupar de la agitación política y/o de la lucha armada se ven ante las duras exigencias de la economía. La lucha contra aquellos poderosos que desde el interior y el exterior intentan destruir el nuevo poder tiene que llevarse a cabo al mismo tiempo que otra lucha quizás más difícil: la batalla por construir una economía de nuevo tipo.

Los de abajo, cuando llegan al poder, se encuentran en desventaja a la hora de reorganizar todo el aparato económico. La razón está en que no pueden recurrir a los mecanismos viejos, ya que estos por su propia estructura, son funcionales a la estructura de poder de la vieja sociedad. La historia muestra numerosos casos en los que los explotados, luego de vencer, reproducen la vieja sociedad, cambiando solo los actores: en estos casos la revolución muere antes de comenzar siquiera.

Existen casos históricos en los que le ha sido más fácil a los nuevos poderes construir su propia economía, y esto es cuando ya en la vieja sociedad estos grupos y clases, ahora vencedores, habían tenido tiempo para desarrollar su estructura económica. El ejemplo cásico es el de las revoluciones burguesas. La burguesía tuvo un desarrollo lento pero sostenido desde el siglo XII, y desarrolló sus formas económicas mucho antes de sacudir el yugo feudal, entre los siglos XVII y XVIII. Esta clase, cuando se vio libre del antiguo hegemón, tenía todas las condiciones listas para desarrollar una economía totalmente propia.

Muy distinto es el caso de las revoluciones radicalmente populares, en las que quienes intentan ejercer el poder son directamente los más explotados del viejo régimen. Este es hasta cierto punto el caso de las revoluciones proletarias socialistas y anticapitalistas en general. El nuevo poder se ve ante la dificultad de tener que improvisar, casi de manera experimental, un nuevo modelo económico. Aquí se encuentra una de las razones del fracaso de las economías en las sociedades revolucionarias.

El problema está en que las viejas economías, de las viejas sociedades de dominación, son el resultado de un proceso de mucho tiempo de desarrollo, en el que se ha dado una selección natural de los métodos más eficientes. Son muchos los que dicen que el capitalismo se adapta mejor a la naturaleza humana que el socialismo. El núcleo de verdad que hay en esa afirmación es el siguiente: el capitalismo no surgió por decreto, fue la propia dinámica histórica la que lo propició como forma más eficaz de organización económica. El socialismo que hemos conocido es un modelo económico impuesto conscientemente, sin que se sepa si es eficaz dado el nivel de desarrollo cultural de los seres humanos, y dado el contexto internacional en el cual se construye.

Sin embargo, esto no significa que se deba condenar toda experimentación económica. Si en alguna circunstancia es necesaria la improvisación es en el caso de un movimiento contrahegemónico que llega al poder, y que no puede reproducir los métodos económicos de la vieja clase. De lo que se trata es de dar cuenta de una dificultad real, y que puede explicar un poco los problemas de las sociedades anticapitalistas que se han intentado.

El mercado y el dinero son instituciones que se asientan en una experiencia de miles de años de vida económica de los seres humanos. El dinero como lenguaje es la forma más universal de comunicación que conoce la modernidad. Es por eso que abolirlos de un día para otro puede ser un error. En la experiencia del socialismo se han dado casos de exceso de dogmatismo y de compulsión ideológica. Pero todos los intentos por abolir el dinero- de los cuales el más connotado se dio en la Kampuchea de Pol Pot- han terminado en el fracaso más estruendoso. La búsqueda de nuevas formas de economía por parte del sujeto revolucionario debe hacerse con una gran inteligencia y prudencia. Resulta fundamental, sobre todo, recurrir a la experiencia de las propias clases populares, antes que a fórmulas sacadas de un manual.

La economía de una sociedad en revolución puede convertirse en su asignatura pendiente. La falta de eficacia de un modelo económico improvisado se suma a los factores externos, tales como el cerco que levantan los países vecinos, en los que todavía está vivo el viejo régimen, contra el nuevo poder revolucionario. Se puede decir que Cuba es un ejemplo fehaciente de ambas cosas. La incapacidad económica de la nueva sociedad puede tirar por tierra todas las esperanzas utópicas con las que se hizo la revolución.

A todas estas dificultades, se suma el problema del desgaste del propio sujeto revolucionario. Quienes un día fueron el liderazgo de la revolución pueden otro día convertirse en los nuevos explotadores.

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