Frankfurt, la primera generación (Parte IV) - La letra corta

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11 de abril de 2017

Frankfurt, la primera generación (Parte IV)



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Los medios de comunicación demuestran el  esquematismo propio de la industria cultural al anteponer el valor mercantil de los  productos a su calidad cultural. Esto los impulsa a la reificación de la cultura por los procesos industriales. En este sistema mercantil la industria cultural se muestra como un negocio y la mayoría de las necesidades estructurales de la sociedad moderna encuentran su satisfacción en la cultura de masas (producto de la sociedad de consumo a través del cual la cultura, la vida privada, el pensamiento son fabricados a escala masiva y vendidos en el mercado).

A partir del concepto de industria cultural es evidente que se anulan las individualidades, el receptor no es capaz de resistirse al mensaje y termina reproduciendo criterios captados de los medios.

En este torrente de productos serializados y homogeneizados el individuo “deberá” encontrar su “ser”. La realidad y el sujeto quedan reducidos a simples instrumentos  de producción y de consumo. Por eso es preciso no solo una revisión sociopolítica y cultural de la sociedad de masas, sino también la revisión de esa  lógica de la dominación que arrastra al individuo a una falsa exaltación de su pensamiento. El receptor actúa mecánicamente y puede  caer a un  vacío que no permite resistencia de ningún tipo.

Ese es el objetivo de tantas repeticiones, si de Industria Cultural se trata, porque se teme que la gente realmente siga sus impulsos, sus instintos humanos.

Entonces el individuo es un ser “unidimensionalizado”. Así lo define Marcuse, como aquel que percibe y siente como suyas las perspectivas y necesidades que los mecanismos publicitarios y de propaganda le prescriben. Es decir, el sujeto no tiene capacidad para percibir crítica y autocríticamente su existencia y su sociedad.

La visión que Adorno y Horkheimer tejieron sobre la civilización occidental masificada, tiene un tinte señaladamente sombrío. Mirando al pasado se tiene la brutal barbarie del nazismo, y mirando hacia adelante se puede avizorar una comunidad de hombres-masa cuya libertad se va atrofiando por los manejos de la Industria Cultural.

Pero, a la vez, la Teoría Crítica es una alerta para que cada  individuo esté preparado para evaluar los productos comunicativos que consume, evitando la vulnerabilidad a técnicas de persuasión, estratificación, estandarización, serialización y estereotipación de los mensajes.

Aunque los frankfortianos sí utilizaron de algún modo la investigación instrumental, no potenciaron la integración de la investigación de carácter empírico a la teorización, que siempre necesita complementarse con los estudios cuantitativos.

Según Mauro Wolf (2003), la teoría crítica ha enfrentado la dificultad de pasar del nivel de las descripciones generales del sistema de la industria cultural en su conjunto al del análisis de los procesos comunicativos como efectivamente se producen. Dificultad acentuada por el hecho de que para la teoría crítica este tipo de análisis es irrelevante o accesoria, al estar implícito en la descripción de la dinámica fundamental de la sociedad industrial capitalista. Por eso en la teoría crítica todas las caracterizaciones de la comunicación se hacen en términos muy afines a los de la teoría hipodérmica.

Al igual que Luhman, muchos estudiosos del tema han planteado que la teoría crítica no tiene el potencial teórico necesario para observar las sociedades actuales, además de que es una teoría más bien “museal”, una teoría para ser recordada como un acontecimiento histórico académico, pero no para observar acontecimientos sociales en la actualidad.

Pero es imprescindible analizar, como plantean otros autores, que desde la teoría crítica sí se puede enfocar los problemas actuales porque la metodología de esta tendencia se aplica muy bien a nuestras sociedades, la crítica no se funda en unas abstracciones irrealizables sino en un examen económico, político y cultural, además si la separamos de su contexto histórico pierde totalmente  su carácter museal. (Por Laura Barrera Jerez)

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